Noche de un Martes, es principio de semana, principio de clases, pero pareciera como si llevara una eternidad cansado, agobiado, trabajando en algo que simplemente ya dejo de gustarme.
Han pasado pocos minutos después de la media noche y me niego absolutamente a comenzar mi tarea de mañana, la cual es hacer unos ejercicios de líneas. No suena difícil, para muchos no lo es. Pero para mí es un proceso exageradamente lento y tardado, me tomo más tiempo del necesario en esa clase de ejercicios. Pero aún así pareciera no importar, ya que el resultado es un trabajo mediocre, que pareciera que hice 5 minutos antes de la clase.
Hablando esta noche con Paty, le comente como es que me he sentido últimamente. Que mis emociones van de felicidad y un éxtasis increíble, a que en menos de 10 minutos este enojado, golpeando mi almohada y tirado en mi cama, llorando sin sentido. Me dijo que estoy pasando por la adolescencia.
Que porquería! Soy estudiante de segundo semestre de arquitectura, eso significa que tengo 18 años. Yo ya no debería de sentirme así. Todo lo que sucede dentro de mi cuerpo y con mis emociones tiene que tener un por qué, o al menos me gusta fingir que busco esas respuestas.
La tarde del viernes pasado, no pienso contarla en este espacio porque… es una historia que aún esta inconclusa; puede ser que aún no empiece o que aún no termina. Pero en fin, el viernes pasaron cosas inesperadas. Me sentí limitado por mis miedos y por los errores que he cometido tiempo atrás. Cómo me gustaría ser el Andrès de antes, más espontaneo, más libre, sin el sentimiento de culpa.
Las personas que han entrado en mi vida (y pareciera que salen tan rápido como entran) me han marcado, pero a la vez dejan cicatrices quiera o no. Recordar siempre lo positivo es una buena opción, y con el tiempo te empiezas a olvidar de que alguien o el recuerdo de alguien te ocasionaba dolor. Empiezas fingiendo indiferencia, pero finalmente esa indiferencia termina surgiendo de tus emociones por sí misma.
Ya no se que quiero de mi vida. Voy por la mitad del disco Absolution de Muse; la luz de la lámpara de mi restirador aún prendida genera un ambiente interesante en mi cuarto. No quiero voltear mucho mi cabeza porque veré el pliego de papel mantequilla grueso pegado y aún vacio, es un monstruo. Ese papel me está gritando, me quiere devorar, se burla de mí. Pero yo soy la única persona capaz de escucharlo. Ese papel me está diciendo que nunca seré un buen arquitecto, ese papel me dice que no se qué hago estudiando esa carrera.
Han pasado pocos minutos después de la media noche y me niego absolutamente a comenzar mi tarea de mañana, la cual es hacer unos ejercicios de líneas. No suena difícil, para muchos no lo es. Pero para mí es un proceso exageradamente lento y tardado, me tomo más tiempo del necesario en esa clase de ejercicios. Pero aún así pareciera no importar, ya que el resultado es un trabajo mediocre, que pareciera que hice 5 minutos antes de la clase.
Hablando esta noche con Paty, le comente como es que me he sentido últimamente. Que mis emociones van de felicidad y un éxtasis increíble, a que en menos de 10 minutos este enojado, golpeando mi almohada y tirado en mi cama, llorando sin sentido. Me dijo que estoy pasando por la adolescencia.
Que porquería! Soy estudiante de segundo semestre de arquitectura, eso significa que tengo 18 años. Yo ya no debería de sentirme así. Todo lo que sucede dentro de mi cuerpo y con mis emociones tiene que tener un por qué, o al menos me gusta fingir que busco esas respuestas.
La tarde del viernes pasado, no pienso contarla en este espacio porque… es una historia que aún esta inconclusa; puede ser que aún no empiece o que aún no termina. Pero en fin, el viernes pasaron cosas inesperadas. Me sentí limitado por mis miedos y por los errores que he cometido tiempo atrás. Cómo me gustaría ser el Andrès de antes, más espontaneo, más libre, sin el sentimiento de culpa.
Las personas que han entrado en mi vida (y pareciera que salen tan rápido como entran) me han marcado, pero a la vez dejan cicatrices quiera o no. Recordar siempre lo positivo es una buena opción, y con el tiempo te empiezas a olvidar de que alguien o el recuerdo de alguien te ocasionaba dolor. Empiezas fingiendo indiferencia, pero finalmente esa indiferencia termina surgiendo de tus emociones por sí misma.
Ya no se que quiero de mi vida. Voy por la mitad del disco Absolution de Muse; la luz de la lámpara de mi restirador aún prendida genera un ambiente interesante en mi cuarto. No quiero voltear mucho mi cabeza porque veré el pliego de papel mantequilla grueso pegado y aún vacio, es un monstruo. Ese papel me está gritando, me quiere devorar, se burla de mí. Pero yo soy la única persona capaz de escucharlo. Ese papel me está diciendo que nunca seré un buen arquitecto, ese papel me dice que no se qué hago estudiando esa carrera.
La manecilla del reloj ahora está más cerca del 1 en lugar que del 12. Tengo que despertar en aproximadamente 4 horas, y sigo sin saber que quiero de mi vida y sigo negándome a comenzar mi tarea.